- Ve cabrona. - Le dije mientras me recargaba en la pared.
- Esperame wey, voy y vengo por ti para llevarte a tu casa.-
La luna se veía apenas de donde yo estaba. Miré mis manos que temblaban y sonreí. Sentí alguien que se acercaba, era él de nuevo. No medía su distancia como en el resto de la fiesta sino que se acercó a mi, me tomó con sus manos y me besó. Fue un beso largo y delicioso, sentí su cuerpo pegarse con el mío y me estremecí. No podía estar en pie. Me detuvo en su abrazo y me dijo cosas terribles, terribles al oído... y me miró a los ojos, esperando una respuesta a su atrevimiento, algo que le indicara para dónde avanzar.
Y yo me mantuve congelada, pero dudé.
Desistió, pero en su mirada había un brillo nuevo. Mi duda fue su triunfo. Volvió a besarme con más soltura, se separó y sonrió. Se dio la vuelta y se fue.
La figura de su espalda alejándose, de sus manos recorriéndome estuvieron en mi mente un rato. La voz de mi amiga me sacó del trance.
- Listo, te llevamos a tu casa, ¿estás bien?
- Sí -contesté- Vámonos.
- ¿Quién era ese wey?
- No lo sé. - Sonreí.
- ¿Pero qué te dijo?-
- No me acuerdo.- Mentí, ella lo supo y no me insistió más.
El resto de la madrugada la continué dudando.
1 comment:
Terrible...quizá,
pero qué envidia me da!
Post a Comment