Lo dejo aquí:
Caminaba por un parque nebuloso. Parecía que se avecinaba una tormenta, las nubes esponjosas lo anunciaban. Yo lo sentía: algo estaba mal. A mi lado pasó un indigente arrastrando una caja de cartón cerrada. Pasó a mi lado y miré en cámara lenta la caja, la cuerda anudada, el polvo.
Seguí caminando tratando de ubicarme. Miré un periódico tirado junto a una banca: “Desaparece niña…”. Y de pronto lo recordé: estaban desapareciendo niños, por eso llegué allí. Me vino a la mente la caja de cartón y de pronto tuve esa visión: la caja tenía los pedacitos de la niña desaparecida y el indigente que la llevaba se la acababa de encontrar. No se porqué lo vi tan claro. Sólo lo supe.
Un viento frío me dio en la cara y alguien tocó mi hombro. Me di la vuelta y era una anciana que llevaba de la mano una niña de ojos claros.
- Vienen para acá. Corre.
Al escucharla supe que era una de mis guardianas, y fue como si ella, al tocarme me hubiera aclarado todo. El mirarlas me hizo sentir fuerte de pronto y le contesté:
- Huyan ustedes. Yo se qué hacer.
Corrí hacia mi casa. Me metí corriendo y cerré. Miré hacia fuera y ellas se habían ido. Entré al cuarto y tomé tres velas blancas. Cerré y comencé a prenderlas frente a la puerta:
La luz cierra esta puerta…
La vela se apagó sola. Lo intenté una vez más, y otra vez. De pronto, sentí que detrás de mi alguien suspiraba apagándola. Sentí un escalofrío y miedo, nuevamente estaban aquí y habían logrado entrar.
Un jalón a las cobijas me despertó. Miré el techo apacible y azul de mi habitación. Mis guardianas se subieron a la cama ronroneando y sonreí. Nuevamente estaba a salvo.
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